domingo, 31 de julio de 2011

El oportunismo de Romney

95806_5_.jpgMientras Washington está inmersa en negociaciones y recriminaciones en torno a la clase de acuerdo para elevar el techo de la deuda, la prensa política recibía una misiva de la campaña presidencial de Mitt Romney que servía de recordatorio de lo irrelevante que será esta conmoción el año que viene.

El asunto reza: «Romney presidente presenta un nuevo vídeo: "Obama no está funcionando: ¿dónde está el empleo?"».

El vídeo habla de las dificultades que los nuevos licenciados universitarios se encuentran para acceder a un mercado laboral brutal. Esta propaganda carga directamente contra el pilar central del apoyo político de Obama: los jóvenes estadounidenses que por decenas de miles se prestaron voluntarios de su campaña en 2008 y lo propulsaron a la victoria en un Estado tras otro. Si el paro desilusiona a los suficientes, el presidente tendrá problemas.

El ejercicio de Mitt Romney era un ejemplo de política sin importancia que no es probable que cause sensación en el clima obsesionado con la deuda y el miedo al descubierto. Pero fue muy instructivo.

El vídeo de Romney estaba más en sintonía con lo que preocupa a los votantes que nada de lo que está sucediendo en nuestro famoso Washington. Considere un sondeo Gallup difundido la semana pasada. Preguntados por el problema más importante al que se enfrenta el país, el 31% de los estadounidenses dice que es la economía y un 27% adicional dice, concretamente, que es el paro y el empleo, hasta un total del 58%. Sólo el 16% contaba el déficit o la deuda.

Mientras el presidente era cazado en la trampa tendida por los republicanos aprovechando el techo de la deuda, Romney hacía campaña por la cuestión que más mueve al electorado. Es una encantadora división del trabajo en el Partido Republicano. Obama está atrapado en las prioridades del movimiento fiscal. Romney, no. Es la política patas arriba.

Luego está el propio Romney. La opinión generalizada dice que es el favorito débil, falto del apoyo de la formación republicana que debería estar cerrando filas alrededor suyo. Esto tiene parte de verdad. El interés en la probable candidatura del gobernador de Texas, Rick Perry, plasma el apetito de elecciones que hay en el bando republicano.

Pero, aun así, Perry también va a demostrar ser un candidato con defectos a la extrema derecha del país. Y en un frente ingresa en la campaña con lo peor de las dos partes. Con su arrogancia de Texas, refrescará la memoria a los que no les gusta el George W. Bush de George W. Bush. Pero a muchos partidarios y personas próximas al ex presidente no les cae bien en absoluto Rick Perry, al que califican de peso pesado que ha dado la espalda a su mecenas.

Fue Bush quien creó a Rick Perry al nombrarlo teniente de la gobernación en 1998. Al presentarse a la reelección, el margen de victoria de Bush fue de 1.385.229 votos. Perry, postulándose por separado, sólo recibió 68.731 votos. Tuve oportunidad de ver la creación de Perry al visitar un local republicano de campaña en Texas poco antes de las generales. Los voluntarios republicanos no estaban interesados en los demócratas pro Bush que luego votarían contra Perry. La campaña de Bush se concentraba en los votos de los votantes que apoyaban a los dos.

El ingenio de esta estrategia, diseñada por Karl Rove, apenas logró salvar a Perry. De forma que puede imaginarse que hay cierto resentimiento en el bando Bush por los comentarios sarcásticos que Perry viene haciendo sobre Bush como el gran manirroto.

Lo que nos devuelve a Romney. No hay duda de que las fuerzas de Bush en la política republicana -todavía tiene gran influencia- van a hacer todo lo posible para minar a Perry, igual que vienen haciendo para minar la candidatura de Michele Bachmann. A menos que Tim Pawlenty y Jon Huntsman den más signos de vida de los que manifiestan ahora mismo, dejarán a Romney como la alternativa.

Ésa es la razón de que Romney se postule más a unas generales que a unas primarias. Si Romney sabe mantenerse alejado de la disfunción creada por la movida presupuestaria en Washington, podrá presentarse como el tipo del sector privado que siempre tuvo la vista puesta en el tema que están siguiendo a título particular los votantes: el empleo. Obama, en el ínterin, será el presidente que negoció un acuerdo de ampliación del techo de deuda que probablemente no va a gustar a nadie y que hará poco o nada para crear empleo.

Cierto, Obama tiene que gobernar y Romney, no. Pero, por ahora, Romney se está llevando la mejor parte de un caos que su partido ayudó a crear, pero del que intentará mantener una sana distancia.

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