domingo, 31 de julio de 2011

Qué está realmente pasando en Capitol Hill ?

imgres.jpgEl drama se lleva cocinando desde el pasado verano, cuando la Casa Blanca vio que no iba a conseguir que el Congreso le aprobara el presupuesto federal de 2011. Desde el 1 de octubre, Washington lo fue prorrogando con partidas de gasto de emergencia, hasta que llegó un momento en el que hubo que llegar a un pacto para evitar un parón gubernamental, como en 1995 y 1996. Aquellos shutdown en tiempos del presidente Clinton se debieron a la falta de un presupuesto y no tanto a que no se hubiera aprobado el techo de deuda.

Ahora, la batalla por el presupuesto era el principio de otra más intensa que ha puesto en cuestión la capacidad de EE UU para pedir prestado y poder pagar así a tiempo sus facturas.

Desde la fundación de Estados Unidos hasta 1917, el Congreso tenía que aprobar individualmente cada emisión de deuda pública. Para facilitar la financiación de la participación de Estados Unidos en la I Guerra Mundial, el Congreso cambió este método por el de fijar un límite de emisiones. Desde 1979, este techo se ha fijado habitualmente de forma semiautomática en el momento de aprobar el Presupuesto (a menos que el Congreso se opusiese) o cada vez que ha hecho falta. El techo se ha elevado en 78 ocasiones desde 1960, incluyendo 18 bajo los mandatos de Ronald Reagan; 7, con George W. Bush, y 3, con Barack Obama. El actual presidente se opuso en 2006 a una de las elevaciones del techo de deuda con Bush que se aprobó en el Senado por solo 52 votos a 48.

En 1995, los republicanos, liderados por Newt Gingrich, se opusieron a elevar el techo de deuda y Estados Unidos tuvo que recurrir a tomar fondos prestados de fondos de pensiones públicos para evitar el impago. Pero entonces el déficit era mucho más bajo y Washington no necesitaba tanto como ahora apelar al endeudamiento para financiar su actividad una vez que se aprobase el presupuesto. También era más baja la deuda y hasta Newt Gingrich daba por hecho que no se llegaría a una situación límite que impidiese el pago de la deuda y de los intereses.

Pero la situación esta vez es distinta. El nivel de deuda ronda el 100% del PIB, buena parte del gasto federal se financia con deuda y Washington ha agotado ya prácticamente todas las fuentes alternativas de financiación. El rifirrafe político podría acabar con que la preciada AAA se esfume y, en el peor de los casos, que EE UU no pueda pagar sus deudas a tiempo.

Incluso en esa situación extrema, es diferente a la del parón de las actividades no esenciales del Gobierno federal por falta de presupuesto. Pero, como señalan los expertos, sirve de precedente para anticipar lo que puede pasar. Las agencias públicas pueden seguir operando y manteniendo a los empleados en nómina, con la promesa de que les pagará por su trabajo.

En una escenario de default, estarían en riesgo los más de 80 millones de cheques que salen al mes desde el Tesoro para pagar a veteranos, jubilados y a los que se benefician de la sanidad pública. En ese caso, como en el de shutdown, son la Casa Blanca y el Congreso los que deciden para quién habrá dinero disponible. Pero son aguas nunca navegadas, y en este momento nadie da garantías de pago. La esperanza es que se llegue a un acuerdo de último minuto que evite el peor escenario.



El oportunismo de Romney

95806_5_.jpgMientras Washington está inmersa en negociaciones y recriminaciones en torno a la clase de acuerdo para elevar el techo de la deuda, la prensa política recibía una misiva de la campaña presidencial de Mitt Romney que servía de recordatorio de lo irrelevante que será esta conmoción el año que viene.

El asunto reza: «Romney presidente presenta un nuevo vídeo: "Obama no está funcionando: ¿dónde está el empleo?"».

El vídeo habla de las dificultades que los nuevos licenciados universitarios se encuentran para acceder a un mercado laboral brutal. Esta propaganda carga directamente contra el pilar central del apoyo político de Obama: los jóvenes estadounidenses que por decenas de miles se prestaron voluntarios de su campaña en 2008 y lo propulsaron a la victoria en un Estado tras otro. Si el paro desilusiona a los suficientes, el presidente tendrá problemas.

El ejercicio de Mitt Romney era un ejemplo de política sin importancia que no es probable que cause sensación en el clima obsesionado con la deuda y el miedo al descubierto. Pero fue muy instructivo.

El vídeo de Romney estaba más en sintonía con lo que preocupa a los votantes que nada de lo que está sucediendo en nuestro famoso Washington. Considere un sondeo Gallup difundido la semana pasada. Preguntados por el problema más importante al que se enfrenta el país, el 31% de los estadounidenses dice que es la economía y un 27% adicional dice, concretamente, que es el paro y el empleo, hasta un total del 58%. Sólo el 16% contaba el déficit o la deuda.

Mientras el presidente era cazado en la trampa tendida por los republicanos aprovechando el techo de la deuda, Romney hacía campaña por la cuestión que más mueve al electorado. Es una encantadora división del trabajo en el Partido Republicano. Obama está atrapado en las prioridades del movimiento fiscal. Romney, no. Es la política patas arriba.

Luego está el propio Romney. La opinión generalizada dice que es el favorito débil, falto del apoyo de la formación republicana que debería estar cerrando filas alrededor suyo. Esto tiene parte de verdad. El interés en la probable candidatura del gobernador de Texas, Rick Perry, plasma el apetito de elecciones que hay en el bando republicano.

Pero, aun así, Perry también va a demostrar ser un candidato con defectos a la extrema derecha del país. Y en un frente ingresa en la campaña con lo peor de las dos partes. Con su arrogancia de Texas, refrescará la memoria a los que no les gusta el George W. Bush de George W. Bush. Pero a muchos partidarios y personas próximas al ex presidente no les cae bien en absoluto Rick Perry, al que califican de peso pesado que ha dado la espalda a su mecenas.

Fue Bush quien creó a Rick Perry al nombrarlo teniente de la gobernación en 1998. Al presentarse a la reelección, el margen de victoria de Bush fue de 1.385.229 votos. Perry, postulándose por separado, sólo recibió 68.731 votos. Tuve oportunidad de ver la creación de Perry al visitar un local republicano de campaña en Texas poco antes de las generales. Los voluntarios republicanos no estaban interesados en los demócratas pro Bush que luego votarían contra Perry. La campaña de Bush se concentraba en los votos de los votantes que apoyaban a los dos.

El ingenio de esta estrategia, diseñada por Karl Rove, apenas logró salvar a Perry. De forma que puede imaginarse que hay cierto resentimiento en el bando Bush por los comentarios sarcásticos que Perry viene haciendo sobre Bush como el gran manirroto.

Lo que nos devuelve a Romney. No hay duda de que las fuerzas de Bush en la política republicana -todavía tiene gran influencia- van a hacer todo lo posible para minar a Perry, igual que vienen haciendo para minar la candidatura de Michele Bachmann. A menos que Tim Pawlenty y Jon Huntsman den más signos de vida de los que manifiestan ahora mismo, dejarán a Romney como la alternativa.

Ésa es la razón de que Romney se postule más a unas generales que a unas primarias. Si Romney sabe mantenerse alejado de la disfunción creada por la movida presupuestaria en Washington, podrá presentarse como el tipo del sector privado que siempre tuvo la vista puesta en el tema que están siguiendo a título particular los votantes: el empleo. Obama, en el ínterin, será el presidente que negoció un acuerdo de ampliación del techo de deuda que probablemente no va a gustar a nadie y que hará poco o nada para crear empleo.

Cierto, Obama tiene que gobernar y Romney, no. Pero, por ahora, Romney se está llevando la mejor parte de un caos que su partido ayudó a crear, pero del que intentará mantener una sana distancia.

viernes, 29 de julio de 2011

EL DÍA DE HEATH, por AD



El 29 de julio de 1965, un día importante en la vida del autor de este post, el diario ABC de Madrid, que tengo entre las manos, daba cuenta -en sus páginas de huecograbdo y en la página 36- de la elección de Edward HEATH como líder del partido conservador. En realidad la elección se anunció oficialmente a las 11.30 horas del día 28.

Heath sustituyó a Sir Alec Douglas-Home en el liderazgo de los tories, despues de la derrota conservadora en las elecciones de 1964 que llevaron al gobierno laborista de Harold Wilson, su gran rival político.

Ted Heath gano la reñida votación parlamentaria conservadora frente a Reginald Maudling (de quién destacó su magnanimdad en sus primeras declaraciones, al haber retirado su candidatura en el último momento) y Enoch Powel. ABC relata que Heath había vistado recientemente España, como Ministro de Comercio británico, para inaugurar junto a Alberto Ullastres la feria de la industria británica en Barcelona. Tambien fue recibido por Franco en el Palacio del Pardo. Por su parte Maudling anunció tras su derrota (en declaraciones al Majorca Dailly Bulletin)que pasaria esas vacaciones estivales, según su costumbre, en Formentor.

El liderazgo de Heath, iniciado un día como hoy de 1965, fue fructífero. Ganó las siguientes elecciones parlamentarias y fue nombrado por la Reina Primer Ministro del Reino Unido el 19 de junio de 1970. De este Gobierno formó parte, como Ministra de Educación, un ascendente valor de la política británica: Margaret Thatcher. Thatcher le sustituiría en 1975 como lider tory tras la derrota de los conservadores en las legislativas de 1975, que dieron la victoria de nuevo a Wilson. De todo ello nacería la gran revolución conservadora anglosajona de los años ochenta, que afianzó el valor de la libertad como nervio ético de la civilización occidental, derrotó incruentamente al comunismo europeo y cambió el orden mundial surgido de la segunda guerra mundial.





Todo....un día como hoy.

El precioso ejemplar de ABC que tengo entre mis manos, cuyo tacto hace volar mi imaginación, contiene otras muchas perlas. Un desconcertante artículo en la Tercera de César González Ruano ("las hojas secas"), otro de Gonzalo Fernandez de la Mora sobre Julio Caro Baroja y ,otro mas , de Melchor Fernandez Almagro ("la sed").





La portada interior habla de un "terrible escándalo" nacional en Atenas (comprensible desde la linea editorial de ABC), protagonizado por Margarita Papandreu, la joven esposa norteamericana de Andrés Papandreu. El presidente Lyndon Johnson organiza una conferencia de prensa sin precedentes en el East Room de la Casa Blanca ("...entre enormes candelabros, tapicería blanca y dorada a la manera del General De Gaulle en París..."), rodeado de su esposa e hijas, anunciando su disposición a negociar con el Vietcong.

Sin embargo, la página princpal de huecograbado se la llevan, como no, los moros y cristianos de Villajoyosa (así se llamaba entonces esta población alicantina). Se anuncian preciosos apartamentos de cuatro dormitorios a la venta en Gandía, en primera línea de playa, por 146.000 pesetas, grandes pisos en la Glorieta de Bilbao por 800.000, la nueva edición del semanario ELLE y otras muchas curiosidades. Un dato: mas del ochenta por ciento (al menos) de la publicidad insertada en el diario corresponde a promociones inmobiliarias. Ya empezábamos....

Un gran día, el 29 de julio de 1965.

miércoles, 20 de julio de 2011

La despedida de un político


Al escribir ha meses sobre dimisiones y ceses de los gobernantes y hombres públicos, el cronista habló de consagrar un artículo especial al abandono del poder por un político “politicien”, es decir, de un personaje por entero absorbido por las idas y venidas del oficio de mandar. Si hay alguien que, en la cúpula del Estado —y del Estado más poderoso del mundo-, encarnó en los anales contemporáneos con mayor plenitud la raza de tales personalidades públicas, esa figura fue, sin duda la de Richard Nixon (1913-94). Estrenado su cursus honorum y conocimiento de los entresijos del poder a partir de su ocupación de un escaño del Congreso en 1946, fue un perseverante candidato a la Casa Blanca, a la que llegaría en 1968 tras una carrera tan accidentada y controvertida como rica en experiencias y provechosa en la familiaridad con todos los resortes de la maquinaria gobernante. No obstante las muchas aristas de su perfil psicológico y moral y su muy escaso atractivo mediático, su presidencia se inscribe entre las más destacadas de la Norteamérica del siglo XX: logros como el a cuerdo del SALT I, el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Washington y Pekín o el encauzamiento definitivo de la retirada estadounidense de Vietnam no se ofrecen, ciertamente, en muchas otras de las estadías novecentistas en la Casa Blanca. Fracasos y yerros e incluso desmanes en número, en verdad, copiosos, no bastaron, empero, para opacar el brillo de éxitos como los mencionados.

Como es sabido, uno de dichos desaciertos —o felonía…-, acarreó, sin embargo, su espectacular retirada, cuando su segundo mandato estaba a punto, en agosto de 1974, de alcanzar el ecuador. Su protagonismo en el famoso affaire del Watergate le condujo a ser el único presidente de USA dimitido para evitar el proceso de Impeachement por el Senado. Antihéroe por su carácter y convertido en sus últimos días gobernantes en perfecto villano, sus postreras horas en la Casas Blanca se revistieron, no obstante, de dignidad, mostrando en el trance una grandeza plutarquiana. Si así cabe en buena medida calificar al discurso oficial a la Nación, el que dirigiese al Staff de la Casa Blanca reúne casi todas las piezas que los rétores de la antigüedad estimaban indispensables para otorgar la excelencia en el arte quizá más difícil de las Bellas Letras y, acaso igualmente, toda la actividad intelectual. Sencillez, emoción, sensibilidad, defensa ardida de los valores que cimentan la convivencia en las sociedades libres, humor comedido, pena embridada, apuesta decida por la esperanza, autocrítica sin reservas…inspiran y llenan todos los párrafos de las últimas palabras que pronunciara Nixon en la mansión que albergara su existencia durante casi un quindecenio. Ni un reproche; ni una queja; sólo gratitud y reconocimiento. Memoria estremecida de sus padres —arquetipos de los hombres y mujeres del pueblo que labraron en la historia de Norteamérica sus mejores y más genuinos capítulos-; agradecimiento a los miembros del staff de la Presidencia; exaltación de las biografías de los estadistas más cercanos a su empatía —en lugar relevante, Teodor Roosevelt-; afección ilimitada por una patria adorada; encarecimiento de una religiosidad recatada como compendio y resumen de la actitud profesada en el presente y el futuro a los destinatarios de un parlamento que visualizado y escuchado a través de adquiere, a las veces, calidades insuperables de impresionismo y espectacularidad mediáticos, justamente en un político siempre mal avenido con los medios informativos.

Resuelta e inequívocamente, en la hora más áspera de los gobernantes y príncipes de este mundo, el comportamiento de Nixon rayó en una ejemplaridad que cabe considerarse imitable si no modélica.


domingo, 3 de julio de 2011

4 de Julio, Times Square




Creen en un triple cielo, llevan ropa interior especial y rehuyen el café. Y ahora lanzan una campaña publicitaria sin precedentes con la intención de llevar a los mormones al centro de la sociedad que les vio nacer.

“Soy mormón”, reza el lema de un enorme cartel instalado esta semana en uno de los cotizados luminosos de la neoyorquina Times Square, que ha sorprendido a los representantes del CLC que asisten a la celebración del 4 de Julio.

Sobre esta singular frase una decena de fotografías de gente montando en motocicleta, escalando una montaña, o simplemente presumiendo de sonrisa con el mensaje de que los mormones, lejos de ser personajes extravagantes y cerrados, son como el vecino de enfrente.

Ocupan posiciones de poder, como el senador demócrata Harry Reid, enamoran desde la gran pantalla, como la actriz Katherine Heighl, y despiertan los suspiros de millones de adolescentes, como la escritora Stephanie Meyers a través de los libros de la saga Twilight.

Pero los más de 6 millones de mormones que viven en Estados Unidos no logran sacudirse la imagen de sectarios, controladores e incluso polígamos, pese a que esa práctica quedó prohibida en sus filas a finales del siglo XIX.

La idea de votar a un mormón, como los aspirantes republicanos a la presidencia Mitt Romney y Jon Huntsman, repele a uno de cada cinco estadounidenses, según una encuesta reciente de Gallup, y el segundo de esos candidatos no se atreve siquiera a confesar si hoy por hoy es practicante de la fe.

Mientra Romney plantaba cara a la adversidad como misionero en Francia, Hunstman -ex gobernador de Utah- se curtía como misionero aprendiendo mandarín en Taiwan. Aquella lección fue impagable para poder aspirar al cargo de embajador en China que le ofreció gentilmente Obama (con la idea, tal vez, de quitárselo del medio como rival).

Hunstman ha vuelto sin embargo a la 'tierra prometida' a tiempo para la ruleta electoral y aspira a dar la campanada, sin renunciar a sus principios, pero presumiendo de apertura y multiculturalismo: "Me eduqué como mormón, mi mujer es episcopaliana y mis hijos van a un colegio católico, aunque tengo también una hija adoptada de India y celebramos con ella ritus hindús. Somos como la esencia de América: un poco de todo...".

Casi doscientos años después de su creación en comunidades del oeste de Nueva York, la Iglesia de los Santos de los Últimos Días está decidida a conquistar de una vez por todas el corazón de Estados Unidos, donde apenas vive la mitad de sus feligreses.

Para ello, la campaña lanzada en Times Square paseará el orgullo de 30,000 mormones por vallas publicitarias, laterales de autobuses y pantallas de televisión de 24 estados, con el fin de definir mejor su fe y contrarrestar imágenes de poligamia y hermetismo como las creadas por la serie de HBO “Big Love”.

No será tarea fácil, a juzgar por la respuesta que provocan en el país los capítulos más estrambóticos de su doctrina, reflejada en el Libro del Mormón y satirizada en un musical homónimo que triunfa en Broadway.

Tienen prohibido fumar y beber alcohol o café, deben ayunar el primer domingo de cada mes y muchos llevan una ropa interior de dimensiones colosales, diseñada para “proteger de la tentación y el mal”.

A través de una devota práctica de la fe, aspiran a llegar al tercer cielo, el que supera a los reservados para malhechores y para todos los no mormones, y en el que cada uno de ellos se convertirá en dios y creará billones de espíritus que llegarán a la Tierra como nuevos profetas de la fe.

La poligamia, que aún practican en vida más de 40,000 mormones fundamentalistas, sí está aceptada en el cielo, en el caso de que el mormón, unido para la eternidad con su esposa, vuelva a casarse al quedar viudo y selle un nuevo vínculo inquebrantable.

La fe mormona supone, además, sacrificios económicos: alrededor del 10 por ciento del sueldo anual debe destinarse a la causa, en una suerte de “diezmo” que ha elevado el patrimonio de la iglesia por encima de los $30,000 millones.

Pero se trata de una simple propina para la mayoría de sus miembros, encaramados a puestos de poder en las grandes corporaciones del país y buscados por la CIA o la Oficina Federal de Investigaciones (FBI).

Obligados a emprender misiones de evangelización en su juventud, los mormones han logrado, a base de perseverancia, convertirse en la cuarta religión de EEUU, y una de las que más crece, con un millón de miembros nuevos cada tres años, según datos de la iglesia.

Y en el espinoso camino a la Casa Blanca, los mormones tienen de su parte la profecía más puramente americana que pueda imaginarse: la de que Jesús volverá a la Tierra, y su primera parada será, por supuesto, Estados Unidos.

"¿Está preparado Estados Unidos para un presidente mormón?"

La pregunta resuena con la misma insistencia con la de aquella otra del presidente negro que pasó a la historia. Nadie pone la mano en el fuego, pero todo hace pensar que Obama ha allanado el camino a Romney, glorificado en la última portada de 'Newsweek' como si fuera el triunfante Elder Price de 'El Libro de Mormón'.